El principio de Arquímedes nos indica que “todo cuerpo
sumergido dentro de un fluido experimenta una fuerza ascendente llamada empuje,
equivalente al peso del fluido desalojado por el cuerpo”.
Este principio lo aplicamos cuando nadamos, cuando tiramos
un objeto al agua; el objeto se hunde si su peso es mayor que el peso del
fluido desalojado (desplazado). El objeto flota cuando su peso es menor o igual
al peso del fluido desplazado.
El que un objeto flote o se hunda en un líquido depende de
cómo es la fuerza de flotación comparada con el peso del objeto. El peso a su
vez depende de la densidad del objeto.
De acuerdo a la magnitud de estas dos fuerzas se tienen los
siguientes casos:
1) Si el peso del objeto sumergido es mayor que la fuerza de
empuje, el objeto se hundirá.
2) Si el peso del cuerpo es igual a la fuerza de empuje que
recibe, el objeto permanecerá flotando en equilibrio (una parte dentro del
líquido y otra parte fuera de él).
3) Si el peso del objeto sumergido es menor que la fuerza de
empuje que recibe, el objeto flotara en la superficie del líquido.
El principio de Arquímedes se aplica a objetos de cualquier
densidad. En caso de conocer la densidad del objeto, su comportamiento al estar
sumergido dentro de un fluido puede ser:
1) Si el objeto es más denso que el fluido en el cual está
sumergido, el objeto se hundirá.
2) Si la densidad del objeto es igual a la del fluido en el
cual está sumergido, el objeto no se hundirá ni flotara.
3) Si el objeto es menos denso que el fluido en el cual está
sumergido, el objeto flotara en la superficie del fluido.
Debido al efecto del empuje, los cuerpos sumergidos en un
fluido tienen un peso aparentemente menor a su verdadero peso, y le llamamos
peso aparente. El valor de la fuerza de empuje se determina mediante la
diferencia del peso real y la del peso aparente, es decir:
Empuje = peso real – peso aparente
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